martes, 9 de diciembre de 2008
EL MAGICO MUNDO DE FLAUTIVIRIS
Flautiviris inició su camino de regreso a palacio, rodeada de música, árboles, animalillos...Nada más cruzar el paso levadizo del castillo oyó como su padre, el gran Violín I, gritaba su nombre desde la torre: -¡Flautiviris! Flautiviris! ¡Llegas tarde a tu ensayo!. Y de pronto, las piernas lentas de tortuga que saborea cada paso, se convirtieron en las ágiles patas de una gacela. Cruzó el patio de la fortaleza como un relámpago, empujando y tropezando con todo aquello que se interponía en su camino. Era jueves y todos estaban en el gran mercado semanal. Puestos hechos con varas de madera que sujetaban una tela colorida a modo de techo. Había frutas, huevos, carnes, lecheras que se mezclaban con los curtidos, el mimbre, las telas y demás bagatelas.
Cuando Flautiviris llegó al palacio, su vestido rojo se había convertido en un lienzo multicolor de manchas de barro, salpicaduras de aquella tinaja con la que tropezó y jirones de lana en las mangas de su chaqueta, que caprichosa, fue a engancharse en una de aquellas nasas gigantes de la cestera.
El Gran Violín I vio entrar a su hija y quiso montar en cólera por la impuntualidad y por el lamentable estado en que llegaba.No obstante, un rey siempre ha de ser comedido en sus reacciones, justo en sus decisiones y firme en su mandato. El enfado era evidente. Así que ordenó a Flautiviris cambiarse de ropa y asearse para comenzar su ensayo con Cristóforus Pianis.
Yolanda Alba Rodríguez.
Flautiviris inició su camino de regreso a palacio, rodeada de música, árboles, animalillos...Nada más cruzar el paso levadizo del castillo oyó como su padre, el gran Violín I, gritaba su nombre desde la torre: -¡Flautiviris! Flautiviris! ¡Llegas tarde a tu ensayo!. Y de pronto, las piernas lentas de tortuga que saborea cada paso, se convirtieron en las ágiles patas de una gacela. Cruzó el patio de la fortaleza como un relámpago, empujando y tropezando con todo aquello que se interponía en su camino. Era jueves y todos estaban en el gran mercado semanal. Puestos hechos con varas de madera que sujetaban una tela colorida a modo de techo. Había frutas, huevos, carnes, lecheras que se mezclaban con los curtidos, el mimbre, las telas y demás bagatelas.
Cuando Flautiviris llegó al palacio, su vestido rojo se había convertido en un lienzo multicolor de manchas de barro, salpicaduras de aquella tinaja con la que tropezó y jirones de lana en las mangas de su chaqueta, que caprichosa, fue a engancharse en una de aquellas nasas gigantes de la cestera.
El Gran Violín I vio entrar a su hija y quiso montar en cólera por la impuntualidad y por el lamentable estado en que llegaba.No obstante, un rey siempre ha de ser comedido en sus reacciones, justo en sus decisiones y firme en su mandato. El enfado era evidente. Así que ordenó a Flautiviris cambiarse de ropa y asearse para comenzar su ensayo con Cristóforus Pianis.
Yolanda Alba Rodríguez.
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1 comentario:
Asì me gusta!!!, no se puede decir que faltas de imaginaciòn. manana, màs?
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